sábado, 21 de mayo de 2011

EL COMPRADOR DE ILUSIONES (y el vendedor)


Hace buen rato que no me paro por aquí. Digo, ni que fuera tan importante, pero por lo menos aquí desahogo mis pensamientos y mis locuras (¿loqueras?). Y a veces, sólo a veces, alguien lee lo que escribo y eso es alimento emocional. Además de que de alguna manera estoy dejando un registro de mis pensamientos. El blog le da vida eterna a mis palabras.

Hace un par de horas fui a atender a mi mami, que ya está viejita y achacosa y que quiere, requiere y necesita un poquito de compañía por las noches, antes de irse a dormir. Y, platicando con ella, salió a discusión el tema del artículo más vendido del mundo. Según yo, el artículo más vendido en el mundo es la ILUSIÓN. Me gustó lo que dije y entonces me puse a escribir, mientras mi viejita se tomaba su leche y un trozo de pan dulce. Aquí está lo que escribí:

"Mil pesos no es mucho dinero para algunos. Para otros, mil pesos representan el alimento de una familia para dos semanas. Es relativo. Pero a la hora de comprar una ilusión, es lo mismo: nada. Las ilusiones no tienen precio, y somos capaces de vender nuestra alma al diablo con tal de comprar una ilusión. Pero no nos damos cuenta que las ilusiones son exactamente eso: ILUSIONES.

Somos muy flojos. Siempre buscamos el camino más corto y de preferencia el más cómodo. Y eso no es necesariamente malo, pero hay cosas que exigen tiempo y cuidados, hay cosas que requieren de paciencia, preparación, más paciencia y más preparación. Y eso toma tiempo. Y generalmente los resultados valen la pena. El camino recorrido vale la pena. Pero no nos gusta esperar, somos muy flojos. Nos choca ir al gimnasio y mejorar nuestros hábitos alimenticios. Nos molesta tener que hacer cola en el mercado, o en el cine. Nos cae gordo esperar para que nuestras ilusiones se conviertan en realidades. Queremos las cosas ya, rapidito, "peladitas y en la boca". Quisiéramos adquirir todos los conocimientos y las habilidades que anhelamos en el momento en que pagamos la inscripción a la universidad. Vuelvo a repetir, somos flojos.

Por eso andamos comprando ilusiones a lo tonto. Por flojos. Flojos, física y mentalmente. Flojos de espíritu (que conste que me refiero a un espíritu metafórico, no vayan a pensar que creo en fantasmas).

Y cuando hay alguien dispuesto a comprar siempre habrá alguien dispuesto a vender. De hecho, hay una carrera universitaria dedicada a formar expertos en el arte de hacernos creer que anhelamos lo que queremos y que necesitamos lo que anhelamos. Se llama Mercadotecnia. La Mercadotecnia en realidad es un laboratorio del espíritu humano. Tiene que ver más con Sociología, Sicología, Antropología Social y otras humanidades, que con matemáticas. La mercadotecnia enseña cómo VENDER ILUSIONES.

Y aquí viene lo malo. La vida tiene límites, el mundo tiene límites. Y también diferencias, ojo. Todos podemos tener miles de ilusiones, pero solamente unas cuántas son alcanzables. Cada vez que alguien nos dice que el cielo es el límite nos está tratando de ver la cara, o de plano es MUY ingenuo. La tarugada esa de que "si nos lo proponemos, lo alcanzaremos" es precisamente eso, una tarugada. ¡TENEMOS LÍMITES, gente! Si no somos realistas -conste, dije "realistas", no "pesimistas"- vamos a vivir frustrados. No importa cuánto visualice mis ilusiones, tengo que tomar en cuenta mis limitaciones. Jamás voy a saltar tan alto como Michael Jordan (mido un metro con setenta y cinco centímetros, hagan sus cuentas), ni voy a jugar tenis como Pete Sampras, ni voy a correr tan rápido como Ana Guevara. Límites, límites, límites.

Si no tuviéramos límites, no habría diferencias, no habría variedad, habría miles de Sampras, y Jordans, y Schumachers, y Mohammed Alís, y Mozarts y Beethovens y Chopins y Tchaikovskis y Bachs. Por favor, usen sus cabecitas para otra cosa además de dar topes... ¡DEJEN DE COMPRAR ILUSIONES FALSAS! Lo único que hacemos al comprar ilusiones de esas es hacer millonarios a los vendedores de falsas ilusiones. Cada vez que gastamos lo que a duras penas ganamos con tal de perseguir un sueño guajiro, estamos privándonos de otras cosas, y a lo mejor privando a nuestras familias de cosas que sí les hacen falta, o que son más necesarias. Ya, ¿no?

Aunque... tal vez lo mío es un sueño guajiro. Tal vez le estoy pidiendo peras al olmo. Tal vez sea un iluso por pensar que la humanidad puede pensar por sí misma. Tal vez estoy pidiendo demasiado. Tal vez...


Cuando repaso nuestra historia (la de la humanidad, no sólo la de México), cuando recuerdo que hemos sido capaces de "comprar" nuestra entrada al paraíso (las infames 'indulgencias' de antaño), cuando leo que hay padres que abandonan a sus hijos con tal de perseguir una ilusión que jamás van a alcanzar, cuando veo que nuestros valores no tienen valor pero sí tienen precio, cada vez que veo mentiras y engaños y traiciones, cuando veo gente que es estúpida A PROPÓSITO, a veces, cuando veo todo esto me decepciono un poquito y pienso que el iluso soy yo. Mi consuelo es que yo NO PAGO por esa ilusión, es gratuita. La mantengo en su lugar y en su nivel, SÉ QUE ES UNA ILUSIÓN. Existe en mi mente y en mi corazón, pero no tengo expectativas y no le busco soluciones mágicas y costosas. Le adjudico su propio límite.

Nos hemos convertido en compradores de ilusiones. En parte por naturaleza propia, en parte por un excelente trabajo de mercadotecnia. Hay sueños que se pueden convertir en realidad y hay otros que no son más que alucinaciones baratas (o caras, depende de la droga que se use), no es tan difícil aprender a distinguir unos de los otros, lo duro es enfrentarse a uno mismo y aceptar que tenemos limitaciones y que así está bien, es normal, es natural. Y creo que no se vale llenar de humo las cabecitas de nuestros niños haciéndoles pensar que, "si se lo proponen", pueden alcanzar cualquier cosa. No, no pueden alcanzar CUALQUIER cosa. Hay cosas que jamás alcanzarán, y si no me creen pregúntenle a Schwartzenegger.

Fabricar sueños es muy diferente a vender ilusiones. El fabricante de sueños se basa en la realidad, pone su empeño, su conocimiento, su dedicación, su arte, su amor al logro, para poder convertir un sueño -VIABLE- en realidad mundana. El vendedor de ilusiones se aprovecha de nuestras debilidades para engañarnos y alimentar nuestra propia y natural credulidad y vendernos pociones mágicas y maravillosas que -según él- nos van a convertir en Afroditas y Adonis en tres semanas, todo por la módica cantidad de un billetote que se nos hace mucho para comer pero poco para soñar. Cuidado, mi estimado comprador de ilusiones, cuando algo es demasiado bueno para ser verdad, ES DEMASIADO BUENO PARA SER VERDAD. No le abras tus puertas al vendedor de ilusiones, mejor conviértete en un fabricante de sueños. Bueno, si quieres.

Salud."